jueves, 7 de febrero de 2013

Foro Agrario, por primera vez la fugaz democracia



Por Carolina Trens

Asombroso que en condiciones de la guerra sin tregua de los medios de comunicación contra la información (¡vaya contradicción!), de la guerra sin cuartel del ministro de Defensa, de la histeria por todos los medios y en todo tiempo y lugar de algunos ganaderos, latifundistas, paramilitares y narcos se haya llevado acabo el Foro Desarrollo Agrario Integral con enfoque territorial, organizado en diciembre por el PNUD y la Universidad Nacional a petición de la mesa de negociaciones entre la guerrilla de las FARC y el gobierno colombiano que se desarrolla en Cuba.

La capacidad de lucha del pueblo colombiano no tiene límite; tampoco su capacidad de reinventarse una y otra vez, luego de enterrar por décadas a millones de sus muertos. Hace un tiempo Bogotá se estremeció con la marcha de miles de pies indígenas, organizados, con sus atuendos y su dignidad, con sus bastones de mando; con ojos brillantes y gestos decididos le hicieron saber al país que ahí estaban, que no eran un invento, que tenían historia, derechos y venían a reclamarlos.

Tiempo después la capital fue tomada por el paso firme de miles de campesinos, dicen ellos que son Marcha Patriótica. Para unos pocos, desentonaban marchando frente a entidades financieras, a empleados - empleadas bien vestidos y peinados, frente a tiendas de ropa importada, computadores, Black Berrys, Ipods y Ipads, tabletas, discos y memorias vacías , todo  importado, comida importada. Frente a todo lo que no es colombiano la Marcha Patriótica fue lo mas autentico y representativo, el país profundo, la Colombia verdadera, la del futuro.

Los jóvenes dijeron: basta! Y salieron como bandada de pájaros, enjambre de abejas,  en un océano de voluntades, pintaron de colores las ciudades, abrazaron a los policías represores, mostraron su piel desnuda, ajena a la violencia y al terror en el que les ha tocado crecer. Se les oyó más sapiencia que a la ministra de educación, un sentido de patria distinto al del presidente, una mirada de años luz por el continente.

Décadas, años, meses, días con sus noches, horas, minutos y segundos de intensa actividad y lucha, de resistencia, de mucho dolor, de acumulación de saberes y esperanzas, de bregar para ser oídos, escuchados, entendidos… Y por fin lo invisible se hizo visible, resonaron las voces apagadas por el terror del estado, se lucieron todos los colores arco iris y por un momento “ceso la horrible noche”. Más de 1200 delegados de tantas otras organizaciones populares se encontraron en el Foro por la tierra y el territorio para aportarle a la reconciliación del país.

Es así como, múltiples expresiones de lucha popular han coincidido en un único propósito: la paz. Pero no cualquier paz. Se colaron por la pequeña rendija del Foro agrario cientos y miles de propuestas que configuran el concepto claro, nítido, inconfundible de lo que para la gente colombiana es la paz.  Para los campesinos, indígenas, negros, hombres y mujeres la paz es tierra para producir, no es tierra para desplazar, bombardear, enajenar. La paz son derechos políticos, económicos y sociales para todos los colombianos. La paz es desarrollo y modernidad, pero también es proteger la naturaleza y el medio ambiente, no es neoliberalismo trasnochado, ni TLCs con países en quiebra. El campesinado, las comunidades negras e indígenas quieren y deben participar en el diagnóstico de la problemática agraria, en la definición de las estrategias y políticas y, por supuesto, en la dirección ejecutiva y de control de lo acordado.

Conquistar la paz para Colombia, significa en primer lugar, erradicar las formas de propiedad de la tierra feudales y señoriales que han generado la guerra. Es restituirle la dignidad aplastada y mancillada a los campesinos y a todos los trabajadores. La paz es armonía entre el desarrollo agrario y el urbano elevando a nuevos niveles la calidad de vida de nuestras gentes. La paz es erradicar la corrupción que ha arrebatado los recursos destinados a la inversión.

En últimas la paz es fundamental y principalmente hacernos a un nuevo Régimen Político que erradique el terror, herramienta preferida por los terratenientes, los mafiosos y paramilitares para ensanchar sus linderos a costa del sufrimiento de los pequeños propietarios, de los indígenas, de las comunidades negras y de los colonos. En consecuencia tendríamos que cambiar el modelo de desarrollo que existe, y en este punto es donde se acaban las “buenas” intenciones del gobierno y de sectores de la clase dirigente que dicen querer la paz.

Dice Juan Carlos Echeverry, quien fuera ministro de Hacienda de Santos, refiriéndose a los temas de reforma agraria, ordenamiento territorial y otros del foro, que “la paz es importante, pero no le podemos sacrificar el futuro por un enfoque conceptual parcial e inadecuado en el siglo XXI”[1]. También dice que “son la industria y los servicios donde más potencial de multiplicación de valor hay”. Señor economista, ¿si modernizar la tierra y el territorio no son tan importantes, por qué llevamos más de medio siglo en una guerra impuesta por el sector que Ud. representa? Echeverry sabe el peso en oro del sector servicios: él fue beneficiario de contratos con SaludCoop[2], así como consultor de la recién quebrada Interbolsa. Es el ministro de esos prohombres de Colombia que piensan como viven y viven como roban.

A otro renombrado economista Salomón Kalmanovitz tampoco le parece relevante para el país el tema rural; él fue en su momento vice director del Banco de la República cuando se legisló para el lavado de dineros del narcotráfico. Tal vez eso si es modernidad para el empleado del sector financiero.

Sectores económicos que se han beneficiado de la guerra, del atraso, de las desigualdades que han puesto a un país rico como Colombia a niveles de miseria de Haití (y solo de su desgracia jamás de su heroísmo), no asistieron al Foro de la madre tierra, ni lo entendieron, ni lo aceptan y son los mismos enemigos declarados de la paz.






[2] SaludCoop, olla podrida de la salud en Colombia 

Foro Agrario, por primera vez la fugaz democracia


Por Carolina Trens
Asombroso que en condiciones de la guerra sin tregua de los medios de comunicación contra la información (¡vaya contradicción!), de la guerra sin cuartel del ministro de Defensa, de la histeria por todos los medios y en todo tiempo y lugar de algunos ganaderos, latifundistas, paramilitares y narcos se haya llevado acabo el Foro Desarrollo Agrario Integral con enfoque territorial, organizado en diciembre por el PNUD y la Universidad Nacional a petición de la mesa de negociaciones entre la guerrilla de las FARC y el gobierno colombiano que se desarrolla en Cuba.
La capacidad de lucha del pueblo colombiano no tiene límite; tampoco su capacidad de reinventarse una y otra vez, luego de enterrar por décadas a millones de sus muertos. Hace un tiempo Bogotá se estremeció con la marcha de miles de pies indígenas, organizados, con sus atuendos y su dignidad, con sus bastones de mando; con ojos brillantes y gestos decididos le hicieron saber al país que ahí estaban, que no eran un invento, que tenían historia, derechos y venían a reclamarlos.
Tiempo después la capital fue tomada por el paso firme de miles de campesinos, dicen ellos que son Marcha Patriótica. Para unos pocos, desentonaban marchando frente a entidades financieras, a empleados - empleadas bien vestidos y peinados, frente a tiendas de ropa importada, computadores, Black Berrys, Ipods y Ipads, tabletas, discos y memorias vacías , todo  importado, comida importada. Frente a todo lo que no es colombiano la Marcha Patriótica fue lo mas autentico y representativo, el país profundo, la Colombia verdadera, la del futuro.
Los jóvenes dijeron: basta! Y salieron como bandada de pájaros, enjambre de abejas,  en un océano de voluntades, pintaron de colores las ciudades, abrazaron a los policías represores, mostraron su piel desnuda, ajena a la violencia y al terror en el que les ha tocado crecer. Se les oyó más sapiencia que a la ministra de educación, un sentido de patria distinto al del presidente, una mirada de años luz por el continente.
Décadas, años, meses, días con sus noches, horas, minutos y segundos de intensa actividad y lucha, de resistencia, de mucho dolor, de acumulación de saberes y esperanzas, de bregar para ser oídos, escuchados, entendidos… Y por fin lo invisible se hizo visible, resonaron las voces apagadas por el terror del estado, se lucieron todos los colores arco iris y por un momento “ceso la horrible noche”. Más de 1200 delegados de tantas otras organizaciones populares se encontraron en el Foro por la tierra y el territorio para aportarle a la reconciliación del país.
Es así como, múltiples expresiones de lucha popular han coincidido en un único propósito: la paz. Pero no cualquier paz. Se colaron por la pequeña rendija del Foro agrario cientos y miles de propuestas que configuran el concepto claro, nítido, inconfundible de lo que para la gente colombiana es la paz.  Para los campesinos, indígenas, negros, hombres y mujeres la paz es tierra para producir, no es tierra para desplazar, bombardear, enajenar. La paz son derechos políticos, económicos y sociales para todos los colombianos. La paz es desarrollo y modernidad, pero también es proteger la naturaleza y el medio ambiente, no es neoliberalismo trasnochado, ni TLCs con países en quiebra. El campesinado, las comunidades negras e indígenas quieren y deben participar en el diagnóstico de la problemática agraria, en la definición de las estrategias y políticas y, por supuesto, en la dirección ejecutiva y de control de lo acordado.
Conquistar la paz para Colombia, significa en primer lugar, erradicar las formas de propiedad de la tierra feudales y señoriales que han generado la guerra. Es restituirle la dignidad aplastada y mancillada a los campesinos y a todos los trabajadores. La paz es armonía entre el desarrollo agrario y el urbano elevando a nuevos niveles la calidad de vida de nuestras gentes. La paz es erradicar la corrupción que ha arrebatado los recursos destinados a la inversión.
En últimas la paz es fundamental y principalmente hacernos a un nuevo Régimen Político que erradique el terror, herramienta preferida por los terratenientes, los mafiosos y paramilitares para ensanchar sus linderos a costa del sufrimiento de los pequeños propietarios, de los indígenas, de las comunidades negras y de los colonos. En consecuencia tendríamos que cambiar el modelo de desarrollo que existe, y en este punto es donde se acaban las “buenas” intenciones del gobierno y de sectores de la clase dirigente que dicen querer la paz.
Dice Juan Carlos Echeverry, quien fuera ministro de Hacienda de Santos, refiriéndose a los temas de reforma agraria, ordenamiento territorial y otros del foro, que “la paz es importante, pero no le podemos sacrificar el futuro por un enfoque conceptual parcial e inadecuado en el siglo XXI”[1]. También dice que “son la industria y los servicios donde más potencial de multiplicación de valor hay”. Señor economista, ¿si modernizar la tierra y el territorio no son tan importantes, por qué llevamos más de medio siglo en una guerra impuesta por el sector que Ud. representa? Echeverry sabe el peso en oro del sector servicios: él fue beneficiario de contratos con SaludCoop[2], así como consultor de la recién quebrada Interbolsa. Es el ministro de esos prohombres de Colombia que piensan como viven y viven como roban.
A otro renombrado economista Salomón Kalmanovitz tampoco le parece relevante para el país el tema rural; él fue en su momento vice director del Banco de la República cuando se legisló para el lavado de dineros del narcotráfico. Tal vez eso si es modernidad para el empleado del sector financiero.
Sectores económicos que se han beneficiado de la guerra, del atraso, de las desigualdades que han puesto a un país rico como Colombia a niveles de miseria de Haití (y solo de su desgracia jamás de su heroísmo), no asistieron al Foro de la madre tierra, ni lo entendieron, ni lo aceptan y son los mismos enemigos declarados de la paz.




[2] SaludCoop, olla podrida de la salud en Colombia