miércoles, 19 de agosto de 2015

Notas al vuelo

Apertura de embajadas
Por Antonio Villa

Como si fuera lo más cotidiano del mundo, los medios colombianos registraron la apertura de embajadas de Cuba en Washington, el pasado 20 de julio y de Estados Unidos en La Habana, el 14 de agosto, en ambos casos con la publicación de una foto izando las banderas.

Ninguno de los sesudos comentarios, usuales en eventos de menor significación, acompañó el registro gráfico. Lo más que llegaron a decir los plumíferos del régimen, es decir, casi todos los periodistas, fue que con esas ceremonias se terminaron un poco más de 54 años del aislamiento que la gran potencia le decretó a la pequeña y heroica isla para abortar su revolución.

Nada pasó en ese lapso, fue un vacío histórico. Una ficción, una quimera, un sueño. Los intentos de derrocar un gobierno por el bloqueo, las infiltraciones, la invasión armada de mercenarios, las sanciones a quienes quisieron negociar con los cubanos, o visitarlos, fueron insignificantes eventos. Unos pocos comentaristas profundizaron sobre el monumental oso de la gran potencia.

Tiempos pre electorales

“El corazón es una riqueza que no se vende ni se compra, pero que se regala” Gustave Flaubert

En estos tiempos preelectorales se le notan todavía más las virtudes a la flamante democracia colombiana. Primero, las denuncias sobre trasteo de registro de votantes hacia municipios de los amigos de los candidatos, donde será más discreto y confidencial el conteo, para preservar la política sin principios.

Otro punto significativo de esta contienda de votos es la organización de los grupos con intereses especiales en departamentos y municipios del país, quienes aportan recursos a un fondo para pagar los votos, las dádivas, el transporte para los votantes y las partijas para los gamonales, contratistas, dispensadores de puestos.

Por estos días otro tema sale a flote: los avales que deben dar los partidos, a cambio de sustanciales donaciones, a los aspirantes a cargos de elección. Muchos de esos candidatos están cuestionados judicialmente, o gestionan diligencias encaminadas a dilatar el proceso para buscar la prescripción.

La masa más pobre, la minoría más rica

La tasa de pobreza del campo colombiano, 44,7%, es más del doble que la nacional, 21%, según el DANE, y agrega: los alimentos nacionales y las materias primas de la industria de transformación se produce en unidades agrícolas familiares de menos de cinco hectáreas. 70% de los alimentos que consumimos lo producen esas familias de campesinos.

41% de la tierra de uso agrícola, de los 113 millones que se cultivan o “engordan” está en manos de 0,4% de propietarios, que las han adquirido echando mano de todos los recursos a su disposición, no siempre de manera transparente, mientras que las familias productoras sobreviven precariamente, mientras pueden vivir en paz con los cultivos comerciales: café, caña, cereales, frutas, o de pan coger. Habrá que ver que tan bien habidas son estas fortunas.

Desde 1970 a hoy se ha incrementado la concentración de la tierra en fincas de 500 y 1.000 hectáreas. Solo 9.6 % de la producción tiene asistencia técnica y solo 11% de éstos productores acudió al crédito bancario. En este lapso de tiempo, es decir, desde 1970 a hoy, ha crecido el número de mujeres que son cabeza de familia en el sector rural y las que dirigen las fincas.

Durante los últimos años se ha incrementado la dependencia de las importaciones de alimentos, hasta llegar a 28% del total de la demanda.

La carga de miseria y desolación del campo colombiano, de sus campesinos y trabajadores, de sus niños y jóvenes sin oportunidades, de mujeres y hombres con hambre, partiéndose el lomo de sol a sol, podría sobrevivirse, pero es que, además, del cielo solo llueve plomo, el Estado con todo el poder de las armas propias y de sus aliados: persiguiendo, desapareciendo, despojando, matando y matando.


Después tienen el cinismo de preguntar: ¿Por qué en Colombia hay una guerra tan prolongada?