Por
Carolina Trens
Hay una razón más para despreciar la
podredumbre del poder en Colombia en la persona de lo que llaman Procurador
General de la Nación, organismo del Estado que fue creado para garantizar los derechos
colectivos de los ciudadanos. Debería ser nuestra defensa frente a las
arbitrariedades del estado mismo, sus puntos de referencia la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, todas las leyes y normas cuya esencia sean
la libertad, la igualdad, la justicia. Si en Colombia el cumplimiento de los
derechos humanos universales fuera una política estatal, la procuraduría se
ahorraría la persecución a gobernantes, funcionarios públicos y organismos
gubernamentales.
En el país con Ordoñez es exactamente al
revés: se persigue a gobernantes, funcionarios y agencias que promuevan el
cumplimiento de las leyes colombianas e internacionales. Se apoya, secunda,
defiende, protege, patrocina y estimula a todo aquel que esté con la guerra,
con el paramilitarismo, con el narcotráfico, con la corrupción. Este oscuro
personaje en su militancia nazi es negacionista del holocausto judío durante la
segunda guerra mundial. El hombrecito se cree blanco anglo-sajón.
Para Ordoñez el verdadero holocausto
moderno es el derecho de las mujeres al aborto, y la verdadera herencia del
nazismo: el derecho a la eutanasia y la eugenesia. El Procurador General de
Colombia es el Hitler de las mujeres, de las ciudadanas colombianas; pero no se
detiene ahí, persigue a los homosexuales, a los estudiantes por potenciales
terroristas, a los profesores de las universidades porque ya son demonios, a
los artistas e intelectuales (tiene en su escritorio un índice de lecturas
prohibidas!), a los campesinos, a los trabajadores, a casi todo el mundo.
El Procurador tiene también su corazoncito
y es puro... puro uribismo. Pidió en más de una ocasión absolver al coronel
Alfonso Plazas Vega, perpetrador del holocausto criollo, el del Palacio de
Justicia (1985), coautor de la desaparición de más de 90 personas; ha
defendido, ahí sí, a los militares de todos los rangos responsables de los
“falsos positivos” o crímenes de estado. Se ha enfrentado a las Cortes en
defensa de políticos paramilitares y narcotraficantes como Mauricio Pimiento,
Mario Uribe y otros héroes. Ordoñez desplegó toda su sapiencia jurídica para
garantizarle un tercer periodo presidencial a su jefe Álvaro Uribe: el
referendo reeleccionista estaba más que perfecto.
Este servidor público no ha hecho cosa
distinta que deslegitimar aún más el poder obsoleto, terrorista y mafioso
colombiano. Este inquisidor “moderno” es la prueba fehaciente de que la lucha
de una organización revolucionaria como las FARC es una necesidad filosófica y
política. No será Ordoñez, un simple politiquero reaccionario, en apariencia
defensor de una legalidad pura en la que nunca ha creído y menos practicado, el
que venga a calificar a las FARC. Nosotros llevamos 50 años de insurgentes,
luchadores subversivos; nos alzamos en armas, en guerra contra un Estado
violento que osó dirigir sus armas contra su propio pueblo, eso somos. Ordoñez
despojado del poder de procurador será un pobre diablo.
Las vacas sagradas
Esta no es una opinión sobre la cultura de
la India, tampoco sobre esos animales de ojos inmensos y siempre tristes que
producen ternura. No es una receta gastronómica, por lo demás inútil para la inmensa
mayoría de colombianos que hace rato olvidaron qué es comer carne. Hablamos de
esas bestias políticas que desde sus tronos en los grandes medios de
comunicación, cuyos dueños son reconocidos grupos económicos, se lanzan en el
desenfreno de lo que les parece la justicia, el orden, la democracia, la
verdad, lo bonito, lo útil, lo de moda y un largo etcétera.
La profesión de periodista se acabó. Hay,
en vez de estos, mercachifles y propagandistas del sistema, inquisidores como
el señor de arriba (léase bien: página anterior) creyéndose poseedores de la
verdad. No hay investigación, ni cultura, ni riesgo de abrirse a la realidad de
otros. La guía es un bramido elemental: el que no está conmigo está contra mí y
debe morir.
María Isabel Rueda es una vaca sagrada y
que me perdonen las vacas. Hace unos días otro periodista con criterio propio y
sin miedo se atrevió a cuestionarla por encubrir sus posiciones políticas de extrema
derecha en la tan manoseada y abusada libertad de prensa. La vaca dispuso de su
poder divino, derramó su ponzoña y destruyó al mortal periodista.
Otra de esa misma estirpe de vacas es María
Elvira Arango, directora y conductora de un programa de televisión cuyo nombre
la retrata: “Los informantes”. Haciendo uso de lo que ella cree es la “libertad
de expresión” reedita entrevistas, descontextualiza, rompe y corrompe hasta
material artístico. Ella, como el monstruo de la película El Laberinto del Fauno,
capturó a una hada-periodista le arrancó la cabeza y se la comió.
Ambas por supuesto odian la paz. En un país
civilizado, con leyes y normas que cumplir por todos, donde la diversidad de
opiniones sea la riqueza y un estímulo para el intelecto: las vacas sagradas se
extinguirían.