viernes, 2 de diciembre de 2011

Un imperio, un mercenario, un guerrillero

Por Carolina Trens

El sistema mundo capitalista se hunde en lo que fue capaz de crear en siglos de existencia: muerte, hambre, miseria, inequidad, injusticia para el 99% de la humanidad y bancos para multiplicar el dinero, ejércitos por tierra, mar y aire para conservar el dinero, miles de millones de esclavos para producirles ese dinero a un 1% de bestias insaciables.

Ese 1% de infinitamente ricos y poderosos, unos estadounidenses, otros alemanes, ingleses, franceses, japoneses, que gobiernan el mundo son el imperio que se desmorona, que llegó al tope de fabulosas ganancias, al limite de la destrucción del planeta, del medio ambiente y sus recursos, al absoluto autoritarismo. El poder económico y político del planeta se concentra en no más de 140 corporaciones fundamentalmente financieras; así la tan alabada democracia solo puede brillar por su ausencia.

Y no tienen remedio para la magnitud de la crisis que generaron; todo lo que intentan nos hunde mas, pero no les importan los costos humanos, con tal de tratar de preservar un orden mundial unipolar sostenido por el poder militar y financiero que tiene a la civilización al borde un inexorable abismo, el abismo definitivo de la guerra nuclear. Son las guerras locales, regionales, y en cualquier momento la guerra mundial, el medio preferido para un nuevo reparto del mercado o del mundo (esto en el caso de que quede algo que repartir!).

Es el contexto en el que se produce la muerte en combate del Comandante de las FARC Alfonso Cano y de sus valientes guerrilleros. La suerte del heroico guerrillero se decidió en los cuarteles del Pentágono y del Mosad israelí. La guerra en Colombia no es una decisión del ministro de guerra en turno, ni una política de la mediocre oligarquía santanderista. La guerra en nuestro país es un problema de Seguridad Nacional de los EE.UU y su compinche Israel. Este dúo define en Colombia y en esta guerra el teatro de futuras operaciones militares estratégicas contra el grupo que les disputa su unipolaridad: el grupo BRICS.

Alfonso Cano, el comandante de la resistencia armada mas intrépida y mas antigua de América, era un objetivo geoestratégico para los intereses imperiales. Por eso lo persiguieron durante años aviones espías, satélites, sensores de calor de ultima tecnología, visores nocturnos, micro cámaras, chips, operaciones militares terrestres, cercos, anillos, emboscadas, infiltraciones e infiltrados, dinero en cantidades tales como para financiar varias reformas agrarias. Creen que lo mataron, pero no lograron matarlo: está en medio de la pólvora, de pie, como mecha ardiendo; lo sentenció el poeta comunista Pablo Neruda quien fue asesinado hace casi 40 años por las mismas razones.

En todas partes del mundo donde el imperio emprende guerras cuenta necesariamente con mercenarios nacionales: en este caso hablamos del presidente Santos, el mas sumiso de los siervos: le entregó todas las bases militares existentes en el país a EE.UU para manejarlas a su antojo; cuando la mayoría de países defiende la causa palestina, Santos obedece ordenes  de Israel; cuando la política neoliberal de la globalización está en crisis profunda y Colombia no sale del atraso feudal, Santos firma el TLC. Colombia sobrevive a dos ejércitos de ocupación el nacional subordinado al de EE.UU. La patria para Santos es un cajero automático; de ahí saca las migajas que le mandan los gringos por sus favores; ahí le giran los sionistas también por sus negocios de armas.

Santos, el presidente, rodilla en tierra ante el imperio, Alfonso Cano el guerrillero heroico e invicto. Así lo veo:
INVICTUS
En la noche que me envuelve
negra como un pozo abominable
yo agradezco al dios que fuere
por mi espíritu inconquistable.

Atrapado en este circunstancial lugar
yo he gemido pero no he llorado
ante las puñaladas que me deparó el azar
mi cabeza sangra, pero no me he postrado.

Mas allá de este lugar de furia y lágrimas
yace la Sombra y su Horror,
pero la amenaza de los años
me encuentran y encontrarán sin temor.

No importa lo estrecho del camino,
y cuán sea la condena grande en cargas,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.