jueves, 4 de abril de 2013

“El católico que no es revolucionario y no está con los revolucionarios está en pecado mortal”*

 Por Carolina Trens
En Febrero nació y murió uno de los hombres más queridos, más recordados y más trascendentes de la historia de Colombia: Camilo Torres Restrepo, el Padre. Solo vivió 37 años para dejar un legado de lucha, una herencia política, un ejemplo sin par.
Camilo fundó un movimiento político, el Frente Unido; publicó un periódico con el mismo nombre y el primer número, en una edición de 45.500 ejemplares, que apareció el 26 de agosto de 1965 se agotó el mismo día. Recorrió el país crean­do a su paso por barrios, pueblos y ciudades, los Comités del Frente Unido y logró sin sectarismos aglutinar a grandes contingentes de “no alineados” y a militantes de las más diversas fuerzas política y gremiales. Siempre acompañado por una profunda convicción cristiana, pero también por una gran cultura política que le permitía ver con claridad la realidad del país.
Hablaba así Camilo el Padre: “Descubrí el cristianismo como una vida centrada totalmente en el amor al prójimo, me di cuenta que valía la pena comprometerse en este amor, en esta vida, por lo que escogí el sacerdocio para convertirme en un servidor de la humanidad. Fue después de esto cuando comprendí que en Colombia no se podía realizar este amor simplemente por la beneficencia sino que urgía un cambio de estructuras políticas, económicas y sociales que exigían una revolución a la cual dicho amor estaba íntimamente ligado”.[2]

Y Camilo el militante del cambiopolítico: “En las circunstancias actuales de América Latina, nosotros vemos que no se puede dar de comer, ni vestir, ni alojar a las mayorías. Los que detentan el poder constitu­yen esa minoría económica que domina al poder político, al poder cultural, al militar y, desgraciadamente también, al eclesiástico en los países en los que la Iglesia tiene bienes temporales. Esa minoría no producirá decisiones en contra de sus intereses. Por eso las decisiones gubernamentales no se hacen en favor de las mayorías. Para darles de comer, beber, vestir, se necesitan decisiones básicas que sólo pueden proceder del gobierno. Las soluciones técnicas las tenemos o las podemos obtener. Pero ¿Quién decide su apli­cación? ¿La minoría en contra de sus propios intereses? Es un absurdo sociológico que un grupo actúe contra sus propios intereses”.[3]

Sorprendente, pero en 1961 Camilo fue incluido en la Junta Directiva del Instituto Colombiano de Reforma Agraria (INCORA) creado como parte de la Ley 135 "sobre reforma social agraria". Increíble, la ley garantizaba a la población rural colombiana el ejercicio del derecho natural a la propiedad” y pretendía: “Reformar la estructura social agraria por medio de procedimientos enderezados a eliminar y prevenir la inequitativa concentración de la propiedad rústica o su fraccionamiento antieconómico; reconstruir adecuadas unidades de explotación en las zonas de minifundio y dotar de tierras a los que no las posean, con   preferencia para quienes hayan de conducir directamente su explotación e incorporar a ésta su trabajo personal.”

Ha pasado más de medio siglo y ha corrido demasiada sangre, son millones las víctimas y centenares las fosas comunes; hornos crematorios, motosierras, guerra civil y barbarie sin fin, por cuenta de latifundistas, terratenientes y grandes ganaderos de todas las épocas, de unas burguesía y oligarquía atrasadas, sumisas, cobardes que jamás pudieron dar el salto del feudalismo al capitalismo y que tampoco permitieron que el Padre Camilo Torres directivo del INCORA pusiera en practica la ley 135 de 1961.

Condenados a repetir la desgracia, hoy el ministro de agricultura Juan Camilo Restrepo, en medio de un proceso de paz, lanza la canallada de calificar de “republiquetas independientes” a formas de organización campesinas, exactamente igual que Álvaro Gómez Hurtado,quien en 1958 con su debate en el Senado sobre las “republicas independientes” marcó la política de guerra contra los campesinos organizados.

La ley 135 de tierras de 1961 que pretendía acabar con la violencia iniciada en 1946 no logró prosperar; nunca se pudo “Reformar la estructura social agraria”[4]. La violencia contra los campesinos arreció y dio como resultado el surgimiento del movimiento guerrillero que resiste hasta hoy: el ELN, Ejército de Liberación Nacional y las FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo.

Camilo fue una víctima de la política excluyente, perversa, de amos y siervos, que siempre se ha practicado en Colombia; a Camilo Torres lo persiguió la jerarquía eclesiástica, lo persiguió la clase política, los servicios de inteligencia, la policía, el ejército; lo persiguieron incluso desde niño cuando fue expulsado del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario por criticar a sus profesores. Cuando se agotaron las vías legales, Camilo se alzó en armas junto a los compañeros del Ejército de Liberación Nacional, ELN.

Muchas generaciones de colombianos tendremos en Camilo el ejemplo a seguir. Su proyecto político es hoy tan vigente como hace 50 años, su ética será vigente por otros cien años más.  Para los guerrilleros del ELN y de las FARC es nuestro patrimonio, nuestra esencia, nuestra inspiración. En Camilo nos reconocemos, nos encontramos, nos proyectamos, por Camilo y sus ideales la lucha es inclaudicable.

“Donde cayó Camilo nació una cruz
pero no de madera, sino de luz ….
Camilo Torres muere para vivir”.




*[1]Reportaje de Adolfo Gilly, Semanario MARCHA, de Montevideo, junio 4 de 1965
[2] Reportaje del periodista francés Jean Pierre Sergent, publicado en Hora Cero, de México. Junio 1 de 1967
[3]“Encrucijadas de la Iglesia en América Latina”, redactado por Camilo para acompañar su carta al Obispo Coadjutor de Bogotá, el 19 de abril de 1965
[4] Ley 135 de 1961, Capitulo 1, Artículo 1º, pag.1